Calvario: Tikhiye stranitsy (Páginas silenciosas, Aleksandr Sokúrov, 1994)

Calvario: Tikhiye stranitsy (Páginas silenciosas, Aleksandr Sokúrov, 1994)

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Para María y Marisa.

 

Si bien resulta comprensible que el cine de Aleksandr Sokúrov, uno de los pocos grandes directores vivos, no despierte el entusiasmo entre aquellos aficionados más proclives al cine clásico y de género, en cambio, resulta un misterio la escasa repercusión que encuentra entre el que debería ser su público natural, los “autoristas”, siempre dispuestos a vitorear a cualquiera que se disfrace de autor y, sin embargo, al menos en España, por lo general bastante reacios al cineasta ruso: ¿tal vez porque alterna continuamente documental con ficción, cortos con largometrajes?; ¿o quizás porque sus películas suelen ser tan exigentes con el espectador?; ¿o porque su inquieta obra se niega a plegarse a un concepto estrecho y tozudo de autoría, a la manera del previsible Béla Tarr?; ¿o por su concepto elitista de la cultura y, por ende, del cine? Es cierto que Sokúrov es muy irregular y que incluso algunas películas suyas, como AMPIR (Imperio, 1987) o VOSTOCHNAYA ELEGIYA (Elegía oriental, 1996), tan pagadas de sí mismas, pueden acabar por repeler al cinéfilo más aguerrido; pero no es menos cierto que el director más arriesgado que rueda hoy en día (o tal vez, lamentablemente, rodaba: su última película data de 2015) ha ofrecido algunas películas espléndidas que le deberían haber ganado un reconocimiento más amplio: pensamos en ALTOVAYA SONATA (1981), la biografía de Shostákovich realizada casi por entero con material de archivo; ELEGIYA ZHISNI: ROSTROPOVICH. VISHNEKSKAYA (Elegía de la vida, 2006), el documental que rodó en homenaje al mítico matrimonio formado por la soprano y el cellista y director de orquesta; ALEKSANDRA (2007), de nuevo con Vishnevskaya, esta vez interpretando un papel ficticio; FAUST (2011), su muy original, opulenta… y monstruosa adaptación del clásico de Goethe; la muy reciente FRANCOFONIA (2015), de momento su último film; y pensamos, muy especialmente, en la mortuoria KAMEN’ (La piedra, 1992), un muy sui generis fantastique; en la hipnótica y lacerante MAT’ I SYN (Madre e hijo, 1997), uno de los escasos Sokúrov de cierto prestigio; en DOLCE… (2000), tal vez su cortometraje más logrado; en OTETS I SYN (Padre e hijo, 2003), uno de sus títulos más asequibles para el gran público; y, cómo no, en la apabullante RUSSKIY KOVCHOG (El arca rusa, 2002), una de las pocas grandes películas del siglo XXI, ¡rodada en un único plano secuencia ¡que recorre todo el Ermitage ¡atravesando varios siglos!!!

El cine de Sokúrov es un cine especialísimo, único: atento a las texturas, al contraponer, por ejemplo, la imagen nítida con la borrosa y distorsionada, gracias al uso de lentes rellenas de líquido, como en casi toda MAT’ I SYN y en KAMEN’ entera; receptivo a cualquier tipo de formato (DOLCE…, en concreto, presenta, en lo que es un caso único en todo el cine, una proporción o ratio ¡vertical! de 1,1:1); proclive al onirismo, y de ahí su tendencia a la imagen deformada; tendente a lo poético, lo que explica su constante vaivén entre ficción y el documental denominado “creativo”; extremadamente sensible a lo aural, como prueba el mimo exquisito con que el ruso compone, literalmente, sus bandas de sonido; etc. Un cine, en suma, repleto de riesgos…, y de ahí que tantas veces los resultados no sean plenamente satisfactorios, e incluso puedan ser discutibles, como sucede en muchas de sus “elegías”, paradójicamente el grupo más compacto y nutrido de su obra, que recorre toda su trayectoria.

Sin embargo, cuando el cineasta consigue imponerse a sus arriegados partis pris y extraer lo mejor de ellos, los resultados pueden ser deslumbrantes. Es el caso, aparte de las cinco últimas películas citadas más arriba, de la magistral e hipnótica TIXIYE STRANITSY (Páginas silenciosas, 1994), la cual, vista hasta la fecha la mayor parte de la filmografía del ruso, resulta ser su obra maestra, superior incluso a la conmovedora MAT’ I SYN y a la espectacular RUSSKY KOVCHOG.

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