La pasión contaminada: A Passage to India (Pasaje a la India, David Lean, 1984)

La pasión contaminada: A Passage to India (Pasaje a la India, David Lean, 1984)

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Para Gabriela, Mati, Pedro, Juan José, Jorge Luis, Zaatara, Ignacio, Sergio y Carlos.

 

EL TRAYECTO

Durante mucho tiempo David Lean atesoró la mayor parte de su prestigio por las adaptaciones literarias y británicas del comienzo de su carrera en general, y por su mítica BRIEF ENCOUNTER (Breve encuentro, 1945) en particular. En realidad, si Lean nunca dejaría de adaptar novelas u obras teatrales a lo largo de toda su trayectoria, siquiera intermitentemente, en sus inicios fueron nada menos que siete las adaptaciones de relumbrón: cuatro del trasnochado dramaturgo Noël Coward, dos del gran Dickens y una de H. G. Wells. Pues bien, vista la carrera de Lean con perspectiva, la verdad es que, si el paraguas proporcionado por el prestigio de Coward pudo suponer su afianzamiento inicial en la industria, la avasalladora influencia del escritor (aparte de guionista y productor de las cuatro películas, incluso codirigió y protagonizó la primera, IN WHICH WE SERVE [Sangre, sudor y lágrimas, 1942]: ego no le faltaba) fue negativa desde un punto de vista puramente artístico: esos cuatro títulos, IN WHICH WE SERVE, THIS HAPPY BREED (La vida manda, 1944), BLITHE SPIRIT (Un espíritu burlón, 1945) y BRIEF ENCOUNTER, suponen uno de los dos momentos más bajos, junto a la etapa intermedia formada por SUMMERTIME (Locuras de verano, 1955) y THE BRIDGE ON THE RIVER KWAI (El puente sobre el río Kwai, 1957), de toda la carrera del inglés. Ni siquiera la mejor de las cuatro colaboraciones con Coward, evidentemente BRIEF ENCOUNTER, sobrepasa una bondad con bastantes reparos, pues, aparte de la caducidad que acusa la obra del dramaturgo, la propia labor de Lean resultó en términos generales excesivamente formularia y académica. Hay, eso sí, algún momento de gran intensidad, como la carrera bajo la lluvia de Laura; como esos momentos en que la mujer, ensimismada, es incapaz de contener su tristeza (espléndida Celia Johnson); o como, claro está, el intento de suicidio de la protagonista, que la película da por duplicado, en tiempo presente y en flash-back, fuera de campo el primero, y el segundo con un memorable primer plano de Laura en el andén, toda desencajada, mientras el tren pasa rozándola. Son momentos que, a diferencia de las tres medianas o mediocres películas precedentes, dejaban ya adivinar un gran cineasta en ciernes.

Y entonces, Lean se libró del yugo de Coward, y el productor de sus tres siguientes películas, Ronald Neame, pareció facilitarle más las cosas; no en vano el propio Neame había sido director de fotografía y en 1947 se convertiría en director sin más: en otras palabras, tenía una formación y talante más visuales que Coward. Ya las dos espléndidas adaptaciones de Dickens, GREAT EXPECTATIONS (Cadenas rotas, 1946) y OLIVER TWIST (1948), marcan una notable diferencia con los títulos precedentes, pero es que THE PASSIONATE FRIENDS (Amigos apasionados, 1949) es simplemente uno de los cinco mejores Lean. Y ya todas las películas de su etapa británica serían como mínimo estupendas…, por más que en ocasiones aún se adviertiera cierta falta de autocontrol formal (como en la última y ridícula alucinación etílica de Charles Laughton en HOBSON’S CHOICE [El déspota, 1954]), así como alguna falta de tino al aplicar los recursos cinematográficos (el travelling de acercamiento a Alec Guinnes cuando ve a Finlay Currie en GREAT EXPECTATIONS es demasiado enfático para tratarse de un personaje tan secundario y de una situación, en principio, tan rutinaria).

Pues bien, en 1955 Lean se lanzó a la aventura internacional con dos coproducciones angloamericanas; y la verdad es que el comienzo hizo temer lo peor: SUMMERTIME es ñoña e insustancial; THE BRIDGE ON THE RIVER KWAI, pomposa…; y ambas, mediocres. El director pareció ser consciente del bache y se tomó nada menos que cinco años de respiro, que acabarían por alumbrar su última etapa: la de las grandes superproducciones internacionales, en color y habitualmente scope, con repartos de lujo, con capital y distribución norteamericanos (Columbia, Metro-Goldwyn-Mayer), aunque rodadas en otros países (España, Irlanda, India…), y con duraciones ¡de entre tres y cuatro horas! Ciertamente, si era irresistible arremeter contra tamaños alardes de capital (y se hizo), esta resultó ser, en conjunto, la etapa de plenitud del cineasta; pues los únicos cuatro títulos que alumbró figuran entre los mejores Lean: LAWRENCE OF ARABIA (Lawrence de Arabia, 1962), DOCTOR ZHIVAGO (El doctor Zhivago, 1965), RYAN’S DAUGHTER (La hija de Ryan, 1970) y A PASSAGE TO INDIA (Pasaje a la India, 1984). En esta su última etapa, Lean, aprovechando su condición de director internacional, acabará por asentar una dramaturgia propia que alterna aventura con melodrama, espectacularidad con intimismo; y a la par que ello, se confirmará un estilo más personal, que conjuga paisajes bellamente fotografiados con primeros planos de austera introspección y que se adereza con un montaje que refuerza la naturaleza extremadamente sensitiva de sus historias, así como con unas elipsis que se amoldan como un guante a los impulsos de sus personajes (y aquí se nota, ¡y cómo!, la formación de Lean como montador). Ejemplar es al respecto la celebérrima elipisis que, en LAWRENCE OF ARABIA, nos lleva desde el plano detalle de la cerilla que Lawrence apaga de un soplido hasta el amanecer en el desierto;

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elipsis osadísima que ahorra prescindibles escenas de transición llevándonos directamente a lo que la mente de Lawrence anhela…, y que no sería de extrañar que inspirara la no menos famosa de 2001: A SPACE ODISSEY (2001: Una odisea del espacio, Stanley Kubrick, 1965) que nos lleva de la prehistoria a la era espacial. Un efecto que, no está de más señalar, Lean recuperaría, pero a la inversa, del ocaso a una cerilla que se enciende, para sugerir la detonación suicida del mayor Doryan en RYAN’S DAUGHTER.

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