Para Alicia, Amador, Carlos, Daniel José, Federico, Gayle, Homero, Jane, JG, John, Kevin, Leonardo, Lucas, Luis, María y Mario, Marta, Myriam Piera, Paul, Ricardo Ramón, Silvia y Víctor.
La obra de Raoul Walsh, que en su conjunto cuenta con una distribución envidiable, puede dividirse en cinco etapas netas, las tres centrales ligadas a productoras concretas. La primera y peor conocida, ya que cuenta incluso con muchos títulos desaparecidos, podría considerarse como su etapa de formación y va desde su debut en 1913 hasta 1926. La segunda, la etapa Fox, comprende desde WHAT PRICE GLORY (El precio de la gloria, 1926) hasta UNDER PRESSURE (1935); la tercera, casi siempre en Paramount, abarca el final de la década de los treinta; la cuarta, la etapa Warner, la más célebre del cineasta, se inauguró espectacularmente con THE ROARING TWENTIES (1939) y se prolongó hasta 1951. Finalmente, el quinto período de su carrera, itinerante, coincide con su adopción definitiva del color.
La primera etapa, por más que nos haya llegado fragmentariamente, no parece sobresalir gran cosa, y menos comparada con lo que algunos de sus compañeros de generación conseguían esos mismos años: de los cinco títulos que conocemos de entonces, tan sólo REGENERATION (1915), el primer largometraje de Walsh, es notable, mientras que los otros cuatro, incluido el celebérrimo THE THIEF OF BAGDAD (El ladrón de Bagdad, 1924), no superan cierta solidez narrativa. Pese a lo anterior, hay consenso en considerar la mayor hondonada en la trayectoria del director tuerto su estancia en Paramount, lo que no deja de ser sorprendente al ser esta la productora de Hollywood donde la mayoría de los directores que recalaron ahí dieron lo mejor de sí mismos; Walsh fue la excepción que confirmó la regla: tan sólo BIG BROWN EYES (1936) destaca entre la mediocridad general del lustro y, aun así, no se encuentra a la altura de sus mejores títulos. Tampoco la última etapa del cineasta brilla especialmente, ya que en ella también cunden las insignificancias, por más que sea algo mejor en su conjunto que la tercera.
Así las cosas, el mejor Walsh hay que buscarlo en los períodos pares de su filmografía: el segundo, en Fox; el cuarto, en Warner. Evidentemente, el entusiasmo que genera el director en muchos aficionados se cimienta en su obra para los célebres hermanos, donde ciertamente se localizan la mayoría de sus mejores películas, esto es, THE ROARING TWENTIES, HIGH SIERRA (El último refugio, 1941) y PURSUED (1947) a la cabeza, seguidas por THE MAN I LOVE (1946), COLORADO TERRITORY (Juntos hasta la muerte, 1949), WHITE HEAT (Al rojo vivo, 1949) y THE ENFORCER (Sin conciencia, 1951), más a cierta distancia un puñado de estupendos títulos, algunos de los cuales figuran entre los más populares del director tuerto. Sin embargo, la etapa Fox, tan olvidada hoy en día no le anda a la zaga, como bien demuestran películas excelentes como: WHAT PRICE GLORY, que conoció dos secuelas sonoras, sin embargo, muy decepcionantes, THE COCK-EYED WORLD (El mundo al revés, 1929) y WOMEN OF ALL NATIONS (¡Vaya mujeres!, 1931), ambas entre lo peor jamás filmado por Walsh; aunque rodada para United Artists, SADIE THOMPSON (La frágil voluntad, 1928); la antirrevolucionaria THE RED DANCE (La bailarina de la ópera, 1928); ya en el sonoro, la variante antizarista de la anterior, THE YELLOW TICKET (1931); ME AND MY GAL (1932), una de sus películas más significativas, que ya anuncia su predilección por el film noir; las chispeantes SAILOR’S LUCK (1933) y THE BOWERY (1933); y, asimismo, la primera parte de WILD GIRL (El beso redentor, 1932), película lamentablemente echada a perder en su último cuarto de hora, y tal vez la desaparecida y prometedora ME, GANGSTER (1928). Todas ellas conforman un conjunto especialmente brillante cuyo broche de oro es una de las obras maestras del director, tal vez incluso su suprema obra maestra: THE BIG TRAIL (La gran jornada, 1930). A este título primordial del séptimo arte le dedicaremos una futura entrada en exclusiva; en la presente abordaremos algunas generalidades del cine de Walsh, dejando de paso constancia de las dos grandes influencias que acusó: la primera siempre reconocida; la segunda menos notoria, pero no menos determinante.
GRIFFITH
Como es bien sabido, al igual que otros compañeros suyos de generación, Walsh fue discípulo de Griffith; es más, fue su ayudante de dirección en varias películas. En consecuencia, con cierta frecuencia, la influencia del maestro de maestros es notoria en el tono empleado, como sucede en ese interludio lírico de THE BIG TRAIL, inesperadamente bucólico en este film aventurero, en que Walsh muestra a crías de diferentes especies mamando, lo mismo bebés que potros, cachorros de perros que de gatos; una escena que, por cierto, acusa para bien su fecha de producción pre-code (es decir, anterior a la implantación del código Hays): no conocemos ninguna otra película del cine clásico americano donde una mujer dé de mamar a un niño y se le vea un pecho (aunque no el pezón).