Para Federico
Hay cineastas y hay títulos que obligan a reescribir la historia del cine. Allan Dwan es uno de dichos artistas; y la temprana DAVID HARUM, una de dichas películas.
Como breve presentación del director de origen canadiense, digamos que su obra podría dividirse en tres períodos: dos esplendores, donde se han de buscar sus mejores películas, y, entre ellos, una prolongada decadencia. Su primera etapa fue su gran época silente, cuando era un director prestigioso y de serie A y cuando se encontraba en la punta de lanza del cine; un período en el que destacan poderosamente, entre las películas difundidas, MANHATTAN MADNESS (1916), su mejor colaboración con Douglas Fairbanks, y MANHANDLED (Juguete del placer, 1924), su mejor film con Gloria Swanson. La segunda etapa, conformada por los largos, larguísimos veinte años desde la llegada del sonoro hasta finales de los cuarenta, comenzó con su decadencia artística en la Fox de los treinta para acabar, en los cuarenta, con su declive industrial, que le comportó el exilio a la serie B de la siempre barata Republic; en dichas décadas ofreció, no obstante, alguna que otra buena película, sólo que muy lejos de la relevancia de las rodadas durante el período mudo. Finalmente, cerraron su carrera los años cincuenta, cuando, sin abandonar la serie B, resurgió cual Fénix a partir de su irresistible parodia SURRENDER (1950), consiguiendo algunas otras de sus mejores películas, en especial SILVER LODE (Filón de plata, 1954) y SLIGHTLY SCARLET (Ligeramente escarlata, 1956).
Pero volvamos a esa segunda década del siglo XX, cuando el cine puso los sólidos cimientos de un lenguaje que se mantiene vigente hasta hoy mismo. En concreto, si la irresistible MANHATTAN MADNESS pondría de manifiesto que el cine ya era, con apenas veinte añitos, lo suficientemente maduro para erigir una parodia de sí mismo con éxito arrollador, la excelente DAVID HARUM, año y medio antes que ella y ocho meses antes que la crucial THE BIRTH OF A NATION (El nacimiento de una nación, 1915), dejó bien claras no pocas cuestiones, tanto más asombrosamente cuanto que la media docena de anteriores filmes de Dwan a los que hemos tenido acceso apenas sobrepasan la condición de curiosidad.
1.- El primer punto es que la mítica THE BIRTH OF A NATION, contra lo que se suele sostener, no supuso el certificado de madurez de la capacidad del cine para afrontar una narrativa compleja, pues en DAVID HARUM una trama de cierta complejidad, que involucra al menos a cinco personajes principales, se expone con meridiana claridad y singular acierto; es más, la soltura narrativa ya se encontraba para entonces bien afianzada, como demuestra, sin necesidad de retroceder demasiado, la excelente INGEBORG HOLM (Victor Sjöström, 1913). Ahora bien, la película de Griffith sí puso en primer término el cine como medio de expresión artística absolutamente personal, o si se prefiere, el cine como autoría, pues DAVID HARUM, pese a su también indiscutible personalidad y a más de una posible innovación, se integra en el cine de la época a la perfección: las escenas se suelen desarrollar en plano único, como mucho, en los exteriores, en dos o tres; y en el flujo de imágenes resulta fundamental el movimiento de los personajes en dichas tomas largas.