La piedra angular del cine de Raúl Ruiz (2): Les divisions de la nature (1978)

La piedra angular del cine de Raúl Ruiz (2): Les divisions de la nature (1978)

 

Para Alberto, Anne Marie, Antonio, Ariana, Betina, Carlos, Daisy, Eduardo, Fabián, Fernando, Gastón, Guillermo, Gustavo, José Manuel, Henry, Huásvinyl, Iván Francisco, Jonathan, Liliana, Lucio, Lydia, María, Monica, Orangel, Oswaldo, Pablo y Pablo, Quiquín, Régis y Silvia.

 

En el exuberante universo de Raúl Ruiz hay muchísimas imágenes llenas de un significado propio e intransferible que se erigen como constantes visuales definitorias de su cine. La gran mayoría, si no la totalidad, se asentó durante su época de gloria, la que va de 1978 a 1984, y muchas de ellas se expandirían a lo largo de su filmografía de forma más o menos constante. En concreto, hay en la obra del cineasta chileno una pequeña joya, pequeña por su duración, tanto más interesante cuanto que se trata de un cortometraje que es, además, un (supuesto) documental rodado para televisión: LES DIVISIONS DE LA NATURE (1978), episodio de la serie Un homme, un château. Este film viene a ser la piedra angular de su mejor filmografía, aquella deslumbrante semilla de la que surgieron tantas y tantas imágenes.

 

DECONSTRUYENDO EL ARTE… Y LA HISTORIA

LES DIVISIONS DE LA NATURE no es en absoluto un documento sobre el castillo de Chambord, el apabullante complejo que el rey Francisco I erigió en el siglo XVI, sino una reflexión sobre el edificio, sobre su faz laberíntica, sobre su carácter megalómano y monstruoso y, en consecuencia, sobre las aspiraciones del poder y sus contenciosos con la divinidad, como deja bien claro la voz en off del narrador o, mejor dicho, narradores, así como alguna que otra brillante imagen; todo lo cual acaba convirtiendo el film en un ensayo sobre cuestiones puramente metafísicas (¿por esta carencia de triunfalismo se demoró, al parecer, tres años la emisión del corto en la televisión francesa?). Ahora bien, LES DIVISIONS DE LA NATURE también puede entenderse como una obra sinfónica donde el distinto carácter y ritmo de las imágenes crea cuatro movimientos disímiles que suponen sendas aproximaciones distintas al monumento: tres de dichos movimientos o variaciones están numerados, como descendiendo del Cielo a la Tierra, en concreto, I Dieu / Dios, II Les idées / Las ideas, y III Les choses de ce monde / Las cosas de este mundo; el otro, que es el inicial, actúa a la manera de preludio u obertura y, construido sobre un único plano secuencia, de esos que tanto utilizará su autor en la inmediata LA VOCATION SUSPENDUE (1978), pero también en la conclusión de LES TROIS COURONNES DU MATELOT (1983) y en muchos otros títulos, es verdaderamente magistral, una de las cumbres de todo el cine de Ruiz, ¡casi recién aterrizado en Francia!

LES DIVISIONS DE LA NATURE inaugura en la obra del chileno el uso de sus perspectivas imposibles, tanto visuales como sonoras (como el relevo del narrador superponiendo las respectivas voces), conseguidas, en lo que al castillo toca, mediante efectos especiales tan sencillos como certeros: efectos de niebla; degradados; desenfoques; sobreimpresiones; reflejos en el estanque; imágenes en caleidoscopio que exacerban la geometría del edificio; espejos deformantes hasta rendirlo irreconocible, a veces en la misma imagen que las piedras palpables…

 

De este modo, más que ante el edificio propiamente dicho, nos encontramos ante una interpretación de él que destaca toda la megalomanía que sustenta su origen y todo lo ilusorio de su propósito, máxime cuando dichas imágenes aparecen en su mayoría localizadas en los movimientos I y II: como si el castillo fuera una deformación de las exhalaciones de la divinidad o, más a ras de tierra, de las ideas.

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