Los amores prohibidos: The Innocents (Jack Clayton, 1961)

Los amores prohibidos: The Innocents (Jack Clayton, 1961)

 

Para Ana Teresa, Carlos, Charo, Damián, Dany , Edward, Erkki, Estrella, Félix, Georges, Javi  y Javi, Jérémy, José Luis , Jose y José y Jose, Lenny, Luis Carlos, Manu y Manuel, Mar, María, Miguel Ángel y Miguel, Minas, Moises, Pasquino, Rocío y Viriato.

 

THE INNOCENTS (1961), adaptación de la célebre y extraordinaria novela corta de Henry James The Turn of the Screw, estrenada en España con el aberrante título de ¡Suspense! (sic), es considerada con práctica unanimidad por los cinéfilos de pro, con total justicia, como la obra maestra del cineasta inglés Jack Clayton y como la mejor película de fantasmas jamás rodada clasificable dentro del fantástico más o menos canónico; ya que, si consideramos el género en sentido amplio, la majestuosa y delicada UGETSU MONOGATARI (Cuentos de la luna pálida, K. Mizoguchi, 1953) y la siniestra e impresionante VARGTIMMEN (La hora del lobo, I. Bergman, 1967) han de ocupar, respectivamente, el primer y segundo puestos del podio. Pero el tercer puesto de toda la historia del cine no es, ni de lejos, un premio de consolación, sino un logro apabullante que, aún hoy y tras sucesivas visiones, sigue admirando y (poniéndonos en plan Zulueta) arrebatando.

 

LA HIJA DEL PASTOR

THE INNOCENTS, al igual que la previa DR. JEKYLL AND MR. HYDE (1931) de Mamoulian, es una adaptación modélica, en este caso orquestada al alimón por Clayton y Truman Capote en la confección definitiva del guión, de un clásico de la literatura de corte fantástico que, a diferencia de su fuente, más genérica o abstracta en sus disquisiciones, pone el énfasis en cuestiones más concretas que afectan a la represión, especialmente de carácter sexual, y que, además, sabe encontrar equivalentes visuales a las palabras de los escritores que llegan incluso a enriquecer las propuestas originales

Digamos brevemente que The Turn of the Screw de James es ejemplarmente árida en sugerencias visuales, pues lo que en ella se dirime principalmente, cuando menos en su versión original en inglés, es el poder de incomunicación y ofuscación de la palabra, mediante tres estrategias fundamentales: primera, las ambiguas conversaciones, donde los interlocutores nunca precisan de qué están hablando… cuando, en realidad, cada uno parece referirse a cosas distintas; segunda, la redacción de James a veces imprecisa, que implica que, en ocasiones, no se sepa muy bien a qué personaje pertenece cada réplica hasta llegar a la cuarta o a la quinta, ¡y eso que siempre son conversaciones a dos!; y tercera, so excusa del uso de la primera persona en el relato por parte de la institutriz, que hace uso de un lenguaje más alambicado que florido, y aprovechando que las construcciones de las oraciones de relativo en inglés a veces pueden suprimir el pronombre e incluso otras utilizar el adjetivo posesivo, la difícil comprensión de muchas frases, lo que obliga a volver a releer algunas para poder captar su auténtico significado. Precisemos que ninguna de estas tres cosas sucede en otras obras de James, por ejemplo, en Daisy Miller, la cual, pese a la ambigüedad de su personaje titular, es diáfana en su exposición Pues bien, la adaptación exitosa al cine de una obra semejante, que se mueve en el terreno de lo ideal abstracto y del lenguaje verbal, parece tarea casi imposible; pero THE INNOCENTS es al respecto toda una soberana lección y un soberano logro, al aportar de continuo, aparte de ciertas modificaciones importantes en la trama, como que los niños están mucho más presentes desde el principio (en la novela parecen tan fantasmales como Quint hasta que no se llega al tercio de ella, más o menos), soluciones visuales inexistentes en la obra literaria, como el prolijo bestiario del film, las flores por doquier y el invernadero, los lugares circulares, la estatuaria acechante, etc., dignos de un film silente, que crean un ambiente subyugante, a la par que un brillante discurso propio.

En efecto, Miss Giddens (nunca se nos dice su nombre de pila), la institutriz que ha de hacerse cargo de los huérfanos Flora y Miles, es mucho más pacata en el film que en la novela: es la hija de un pastor protestante que, aparte de dejar traslucir su alma plebeya al contemplar extasiada la aristocrática mansión de Bly por primera vez, gusta de tener a mano la biblia (como la madre de OUR MOTHER’S HOUSE); que se escandaliza sin límites cuando va conociendo los pormenores de las relaciones tormentosas de su predecesora Miss Jessel con el tutor Quint, ambos fallecidos; que se regodea morbosamente ante ciertas palabras que denotan un indicio de pecado, tales como corrupt (corromper), contaminate, indecent, abomination o vicious (vicioso); cuya mirada hierve suspicaz ante cualquier conducta mínimamente inhabitual (y aquí se debe resaltar la antológica interpretación de la gran Deborah Kerr, una de las mejores de toda su carrera y de todo el cine);

y que, como dejan adivinar ciertas reacciones de puritana, está inhabituada al contacto físico. Véase al respecto su franca sorpresa al recibir el par de besos de agradecimiento de Mrs. Grose tras la llegada de Miles;

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