El burlón sentimental: Love in the Afternoon (Ariane, Billy Wilder, 1957)

El burlón sentimental: Love in the Afternoon (Ariane, Billy Wilder, 1957)

 

Para Ana María, Ángel Luis, Carlos, Diego, Dimitri, Fernando, Guido, Inma, Jasón, Jerónimo, Jorge, Juan Jesús y Juan José, Juan, Leyser, Lyudmila, Manuel, María Elena, Miki, Nacho, Nikolas, Nil, Paco, Pedro, Quike, Roberto, Sergi, Tomás, Volker y Xavi.

 

RAZONES PARA LA MÍTICA DE UN DIRECTOR

Hay que reconocerle a Billy Wilder, cuando menos, su tremendo olfato comercial, que propició no solamente que su carrera abundara en éxitos de taquilla, sino que muchas de sus películas sigan conservando hoy mismo su fuerza mítica. En parte, esto se debe no poco a sus inusuales, casi extravagantes repartos que hurgaban en el estrellato de mayor resplandor de Hollywood: no hay, de hecho, ningún otro director, ni grande ni pequeño, ni siquiera Cecil B. DeMille, que haya ofrecido tantísimos tríos de ases protagonistas en su filmografía y que, además, hayan conservado su estatus mítico de estrellas hasta el día de hoy. Ahí están para demostrarlo nada menos que Gloria Swanson, William Holden y Erich von Stroheim en SUNSET BOULEVARD (El crepúsculo de los dioses, 1950); Audrey Hepburn, Humphrey Bogart y William Holden en SABRINA (1954); Gary Cooper, Audrey Hepburn y Maurice Chevalier en LOVE IN THE AFTERNOON (Ariane, 1957); Marlene Dietrich, Tyrone Power y Charles Laughton en WITNESS FOR THE PROSECUTION (Testigo de cargo, 1957); Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemmon en SOME LIKE IT HOT (Con faldas y a lo loco, 1959); y casi, casi los tríos de DOUBLE INDEMNITY (Perdición, 1944) y THE APARTMENT (El apartamento, 1960), pues Fred McMurray, que repite en ambos títulos, es una estrella menor, carente de esa fuerte personalidad que hace únicas e imperecederas a las grandes, sean mejores o peores actores, como sí es el caso de Barbara Stanwyck y Edward G. Robinson en DOUBLE INDEMNITY y Jack Lemmon y Shirley MacLaine en THE APARTMENT. No sólo eso, Wilder propició las combinaciones actorales más inesperadas: en fin, si no sorprende encontrar en el mismo film, digamos, a Ray Milland y Ginger Rogers o a Gary Cooper y Audrey Hepburn, más inesperados son los “emparejamientos” de Audrey Hepburn con Humphrey Bogart, de Barbara Stanwyck con Edward G. Robinson, no digamos ya de las antitéticas Marlene Dietrich y Jean Arthur en A FOREIGN AFFAIR (Berlín Occidente, 1948), film que tampoco llega a ofrecer el trío de ases debido al tercer vértice del triángulo, John Lund; ello, sin olvidar la entente que hizo especial fortuna, la que convirtió en pareja cinematográfica de hecho (y de éxito) a Jack Lemmon y Walter Matthau en la excelente THE FORTUNE COOKIE (En bandeja de plata, 1966), uno de los mejores títulos del centroeuropeo. Asimismo, el olfato de Wilder le llevó también a las asignaciones de papeles más sorprendentes, muchas veces a la contra de las personas cinematográficas de los actores; especialmente: el adusto Humphrey Bogart en la comedia SABRINA; el otrora rey del cine negro James Cagney encabezando el reparto de otra comedia, ONE, TWO, THREE (Uno, dos, tres, 1961); el director judío Otto Preminger como gerifalte nazi en STALAG 17 (Traidor en el infierno, 1952); o, aunque en este caso la opción fuera más lógica, la diva Gloria Swanson protagonizando SUNSET BOULEVARD, cuando ya llevaba una década sin interpretar ninguna película. Con todo, ya a partir de los sesenta, Wilder comenzó a perder su olfato de sabueso: ejemplar es en este aspecto KISS ME STUPID (Bésame, tonto, 1964), donde sólo acertó con Kim Novak y, si acaso, con Dean Martin como parodia descarnada de sí mismo, pero en absoluto con Ray Walston, el cual ni tenía pasta de estrella…, ni siquiera era buen actor.

Otro de los motivos de la perdurabilidad del cine del austro-húngaro guasón en el acervo cinéfilo, y más todavía en el mitómano, son sus habituales guiños metalingüísticos al espectador: Erich von Stroheim y Cecil B. DeMille, que habían dirigido en los años veinte a Gloria Swanson, encarnan a directores de la supuesta Norma Desmond en SUNSET BOULEVARD; el matrimonio en la vida real formado por Charles Laughton y Elsa Lanchester es una especie de pareja de hecho… a su manera en WITNESS FOR THE PROSECUTION; George Raft hace de gángster en SOME LIKE IT HOT, con referencia incluida, cómo no, a la moneda que lanzaba al aire en SCARFACE (H. Hawks, 1932), ademán que se volvió mítico. Asimismo, destaca la sagacidad de Wilder para las canciones pegadizas, que volvían sus películas más comerciales todavía; y, claro está, que para algo era buen vividor, su gusto por explotar la anatomía de sus más despampanantes estrellas femeninas: las piernas (evidentemente, Marlene Dietrich), las curvas (Kim Novak, Marilyn Monroe), y hasta los pechos, caso de Marilyn Monroe, que en SOME LIKE IT HOT lució los vestidos más ajustados e incitantes nunca hasta entonces vistos en Hollywood.

 

Y es que el cineasta epicúreo hacía gala de la misma astucia y desparpajo que sus protagonistas de A FOREIGN AFFAIR, STALAG 17 o SOME LIKE IT HOT y, a lo que se ve, del mismo poder de fascinación que el Flannagan de LOVE IN THE AFTERNOON.

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