Juego de manos…, juego de formatos: The Man with the Golden Arm (El hombre del brazo de oro, Otto Preminger, 1955)

Juego de manos…, juego de formatos: The Man with the Golden Arm (El hombre del brazo de oro, Otto Preminger, 1955)

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Para Ada, Alberto, Antón y Antonio, Antorcha, Enrique, Fernando, Giuseppe y Gustavo, Ingo, Itamar, Jesús, Joaquín, Juan Carlos y Juan Fer, Marialuisa, Miguel, Raúl, Ricardo, Sandro y Trini.

 

En las últimas décadas, no por casualidad desde que existen los televisores planos, y aún más desde la llegada del Blu-ray, las grandes distribuidoras de vídeo llevan perpetrando incansables manipulaciones de la proporción (ratio en inglés) de las películas no panorámicas rodadas más o menos entre 1954 y los comienzos de los sesenta, casi siempre americanas…, aunque la escabechina también afecta a películas posteriores o de otras nacionalidades, reconvirtiéndolas con fórceps al 1:1,85 habitualmente…, simplemente porque es la proporción de los televisores de hogaño (aunque las hay que han de sufrir el menos aberrante 1:1,66, o ¡hasta el alucinante 1:2,00!). Y ello, con la lamentable aquiescencia de una parte sustancial de una crítica indigna de tal nombre, so la excusa de que se distribuyeron así (no en España, desde luego, a juzgar por testimonios de cinéfilos de aquellos tiempos); crítica amodorrada y vasalla que da la espalda al hecho artístico para postrarse a adorar al becerro de oro de los intereses comerciales.

Y si ciertamente se debe reconocer que en algunos casos los directores y directores de fotografía fueron conscientes de la doble proporción, como sucedió con King Vidor y Russell Metty en MAN WITHOUT A STAR (La pradera sin ley, 1955), Fritz Lang y William E. Snyder en BEYOND A REASONABLE DOUBT (Más allá de la duda, 1956), o Anthony Mann y Ernest Haller en GOD’S LITTLE ACRE (1958), y rodaron en consecuencia; si ello es así, en una parte sustancial de las películas damnificadas por el tajo panorámico es evidente, salvo para los ciegos, que la versión primordial es la del academic ratio, esto es, 1:1,37. Nada menos que MAGNIFICENT OBSESSION (Obsesión, D. Sirk, 1954), REAR WINDOW (La ventana indiscreta, A. Hitchcock, 1954), THE FAR COUNTRY (Tierras lejanas, A. Mann, 1954), HUMAN DESIRE (Deseos humanos, F. Lang, 1954), THE NIGHT OF THE HUNTER (La noche del cazador, Ch. Laughton, 1955), WHILE THE CITY SLEEPS (Mientras Nueva York duerme, F. Lang, 1955), SEVEN MEN FROM NOW (B. Boetticher, 1957), THE WRONG MAN (Falso culpable, A. Hitchcock, 1957), NIGHTFALL (J. Tourneur, 1957), MEN IN WAR (La colina de los diablos de acero, A. Mann, 1957), TOUCH OF EVIL (Sed de mal, O. Welles, 1958), HORROR OF DRACULA (Drácula, T. Fisher, 1958), SUDDENLY, LAST SUMMER (De repente, el último verano, J. L. Mankiewicz, 1959), PSYCHO (Psicosis, A. Hitchcock, 1960), UNDERWORLD U.S.A (Bajos fondos, S. Fuller, 1961), SHOCK CORRIDOR (Corredor sin retorno, S. Fuller, 1963), ¡incluso L’AMI DE MON AMIE (El amigo de mi amiga, É. Rohmer, 1987) y ÉLOGE DE L’AMOUR (Elogio del amor, J. L. Godard, 2001)! forman parte de la larga lista de las víctimas ilustres de semejante despropósito artístico.

Y es que la mayoría de los mejores cineastas optaron por priorizar casi siempre la versión en 1:1,37: para demostrarlo, no hay mejor prueba que ver las películas en ambos formatos cuando es posible, y comparar. [El sello Eureka, por ejemplo, tuvo hace un tiempo el inconmensurable detalle de editar las dos versiones, 1:1,37 y 1:1,85, de TOUCH OF EVIL: la conclusión es diáfana.] Con todo, aun aceptando que se exhibieran en panorámico en algunos o en muchos cines, incluso en muchos o muchísimos países (lo que ya es bastante conceder), ello no significa, ni de lejos, que creativamente se concibieran de ese modo: en pleno siglo XXI Godard se empeñó en rodar la magistral ÉLOGE DE L’AMOUR en 1:1,37 ¡y en los cines e incluso en muchas ediciones en vídeo se la difundieron en 1:1,85! De hecho, como enésima prueba de esta nefanda costumbre de los distribuidores, José Luis Guerín se curó en salud y decidió añadir a su EN CONSTRUCCIÓN (2001), concebida en 1:1,37, unas bandas negras a izquierda y a derecha que reconvertían el fotograma a proyectar en 1:1,85, manteniendo la porción real de la imagen propiamente dicha en su 1:1,37 original, que así no sufría la horrorosa mutilación.

Lo que con este controvertido tema se trasluce es, en primer lugar, un claro afán mercantil: puede que, antaño, las productoras quisieran vender como panorámicas películas en las que no habían querido invertir lo suficiente para rodarlas en CinemaScope o VistaVision, y, desde luego, está claro que, hogaño, las distribuidoras, con avaras vistas al mercado, optan por rellenar al completo las pantallas de los televisores panorámicos. Pero, en segundo lugar, también trasluce el hecho, mucho más preocupante, de que el cine cada vez se considera más desde una perspectiva estrechamente narrativa (ya se sabe, las películas deben “contar una historia”), olvidando que, ante todo, el cinematográfico es un arte plástico (y temporal). Por desgracia, hoy en día, para ver una película parece bastar oír los diálogos y verles las caras a los actores, como si la composición del plano fuera algo totalmente secundario, o como si algunos objetos o partes del cuerpo no fueran relevantes… Pero, ¿de qué hablamos, entonces?: ¿de cine o de teatro?

Precisamente, una de las películas que más clara deja esta cuestión es la magnífica THE MAN WITH THE GOLDEN ARM (El hombre del brazo de oro, 1955), uno de los grandes títulos de Otto Preminger… y uno de esos casos en que las ramas no dejan ver el bosque. ¿Y cuáles son las ramas en THE MAN WITH THE GOLDEN ARM? En nuestra opinión, dos, pero bien frondosas. La primera es su enfoque a veces aparatoso sobre el tema de la droga, aunque no sensacionalista; pues la película, banda sonora aparte, resulta moderada en comparación con otras tan prestigiosas o más que ella…, pero inferiores, como THE LOST WEEKEND (Días sin huella, B. Wilder, 1945) y DAYS OF WINE AND ROSES (Días de vino y rosas, B. Edwards, 1962). Y la segunda es la presencia (subrayo lo de presencia) de ese deficiente actor que fue Frank Sinatra, un escollo para muchos buenos aficionados; aquí encarnando a Frankie, ciertamente menos inexpresivo que de costumbre, sólo que enfrentado a dos mujeres estupendas y superiores actrices: Kim Novak como Molly, la cual, pese a su inmerecida mala prensa (¿por ser una mujer tan atractiva?, ¿un cuerpazo?) está estupenda en este Preminger y, por supuesto, Eleanor Parker, cuya interpretación como Zosh, la mujer del silbato, es simplemente antológica.

anovak    manos32

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