El estigma: Scarface (Howard Hawks [y Lee Garmes], 1931)

El estigma: Scarface (Howard Hawks [y Lee Garmes], 1931)

 

Para Agustín, Alfonso, Chacho, Cindy, Daniel, Enrique, Fernando, Hermann, Humberto, Ikarus, John, Jorge, José, JT, Lucia, Luis, María y Mariano, Mohiman, Osvaldo, Regina, Rodrigo, Salomé y Théo.

 

EL CONTEXTO

Hoy en día, tal vez, sólo tal vez, no sea fácil captar el gran revulsivo que en su momento supuso SCARFACE (Scarface, el terror del hampa, 1931), pero son muchos los motivos que contribuyeron a ello. Para empezar, por más que ya hubiera habido destacados ejemplares poco antes que esta primera obra maestra del cine negro, como es el caso de THE PUBLIC ENEMY (El enemigo público, W. Welman, 1931) o THE CRIMINAL CODE (Código criminal, 1930), del propio Hawks, SCARFACE se erigió como el verdadero germen del género, pues fue mucho más allá que sus predecesoras; lo que incluye, claro está, UNDERWORLD (La ley del hampa, J. von Sternberg, 1927), de la que la película recuperó las exuberantes ideas del asedio final y de las serpentinas en la secuencia inicial, pero que, en realidad, más que un verdadero ejemplar noir, era un melodrama.

 

Es más, nunca hasta entonces habían ofrecido las películas de gánsteres una iluminación y, sobre todo, un uso del sonido tan espectacular como SCARFACE; no por nada la obra maestra de Hawks alimenta todo el cine negro hasta THE GODFATHER (El padrino, 1972), para la que Coppola retomó, por ejemplo, la idea del asesinato del convaleciente en el hospital.

Hay más razones para la gran sensación que produjo SCARFACE, entre las cuales quizá la fundamental sea que los dos Howard, el productor Hughes y el director Hawks, se la plantearon como un desafío al código Hays, que ya se estaba gestando en Hollywood desde 1930, si bien no se haría totalmente efectivo hasta 1934: de ahí que hayamos optado por indicar la fecha del film como 1931 (ya estaba listo a mediados de ese año), en vez de 1932, la de su definitivo estreno, ya que este se vio postergado por los numerosos tiras y aflojas con la censura. Entre otras cuestiones, este rifirrafe repercutió tanto en el guión (por ejemplo, mamá Camonte, lejos de recriminar las actividades de su hijo, en origen estaba orgullosa de ellas) como en el film acabado, con la supresión de ciertos fragmentos (según se dice, el abrazo de Tony a Cesca después de haberle rasgado el vestido), así como el añadido de otros. Entre los escasos aditamentos figura esa escena que saja el film más o menos por la mitad, en la que un periodista explica a unos indignados ciudadanos que la realidad nunca debe ocultarse…, en el fondo, en un inopinado gesto metalingüístico, para justificar la propia existencia del film;

algo que, ciertamente, aprovecharon Hawks y el montador Edward Curtiss para introducir otro toque metalingüístico, esta vez plenamente intencionado, que se imbrica, además, con los típicos intertítulos del cine silente: el siguiente plano, so excusa de que la escena transcurre en un teatro, muestra desde las bambalinas el lema “Act 2” y, es más, en los armazones del decorado se deja adivinar la misma equis de Scarface (Cara cortada o cara marcada) que aparece en los créditos iniciales.

 

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